Caminando de nuevo: SOBREVIVÍ

Sobreviví, no sé cómo, pero sobreviví.
Estoy jodido, pero no estoy muerto.
Y no sé cómo, insisto, pero sobreviví.
Estar aquí, por increíble que parezca,
es un acto de pura indecencia.
Quedarse, cuando salvo los que te aman,
quizás ya nadie lo espera.
Volver al camino,
la senda del que regresa,
coger la pluma de nuevo,
dar gracias al cielo,
que esperen los infiernos
que jodido, pero no muerto,
sobreviví, no sé cómo, ¡pero sobreviví!.

– Jose Lobo –

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               Fotografía: Jose Lobo

MEDITERRÁNEA

Tú que tantas veces me has visto deambular y me has abrazado durante la madrugada al soslayo de un cigarro en parada obligada dirigiéndome hacia los acantilados. Tú que conmigo, escuchando rugir las olas, has reído y llorado con mis noches y estados, escupido a los foráneos. Tú que me gritabas no te vayas y si lo haces nunca vuelvas. Tú, que me viste empezar a vestir de negro.
A ti, Mediterránea, ahora, en este momento, en este preciso instante que te evoco desde lejos, ¿qué te puedo contar del después, de mis aciertos y fracasos, ni lo que te he echado de menos?.
Me viste plantar almendros en la mar para quimérica amapola, deambular por la orilla con fantasmas, bajar a los infiernos mientras hacía explotar al mismo tiempo todos los cielos que había escrutado.
Los años pasan sin tregua, el lobo va envejeciendo por los caminos y cada vez distingo con más nitidez la realidad que me resultaba imposible de ver, o me negaba, al mirar a lo lejos.

Mediterránea, recuerda a este náufrago cuando suba la marea, como hago yo ahora contigo desde la distancia junto a una efímera vela que se apaga por un viento de nostalgia de una madrugada que nunca acaba.

– Jose Lobo –

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Fotografía: «Mediterránea», Jose Lobo

Antonio Machado: ERA UN NIÑO QUE SOÑABA

Era un niño que soñaba
un caballo de cartón.
Abrió los ojos el niño
y el caballito no vio.
Con un caballito blanco
el niño volvió a soñar;
y por la crin lo cogía…
¡Ahora no te escaparás!
Apenas lo hubo cogido,
el niño se despertó.
Tenía el puño cerrado.
¡El caballito voló!

Quedóse el niño muy serio
pensando que no es verdad
un caballito soñado.
Y ya no volvió a soñar.
Pero el niño se hizo mozo
y el mozo tuvo un amor,
y a su amada le decía:
¿Tú eres de verdad o no?
Cuando el mozo se hizo viejo
pensaba: Todo es soñar,
el caballito soñado
y el caballo de verdad.
Y cuando vino la muerte,
el viejo a su corazón
preguntaba: ¿Tú eres sueño?
¡Quién sabe si despertó!

– Antonio Machado –

«Era un niño que soñaba».

Machado

ENTRE MUERTE Y MUERTE

Llamamos vida al intervalo de tiempo desde que se nace hasta que llega la muerte y se deja de existir. En deducción lógica antes de nacer tampoco se existe, luego estábamos muertos también. En consecuencia la vida no es sino el espacio entre muerte y muerte. De la muerte venimos y hacia la muerte nos dirigimos. Del individuo depende el uso que se le quiera dar al parámetro “tiempo” y, en cómo y de qué manera disfrutarlo inteligentemente o desperdiciarlo en trivialidades e incoherencias en esta, por otra parte, única y exclusiva existencia mientras no se me demuestre lo contrario.
Lo dejo para la reflexión.
Enfréntense a ella y decidan la forma de morir/vivir.

– Jose Lobo –

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Fotografía: Koshka-Black

AQUELLA MUJER

Aquella mujer enervaba el viento a su paso, prendía fuego con su presencia. Aquella mujer me hizo sentir firmeza hasta en lo que descreía, bastaba con mirarla a los ojos para comprender que el universo se encontraba dentro de ella. Aquella mujer retaba los logos de Freud y Adler creando un nuevo sentido a la existencia. Aquella mujer me rompía los esquemas. Aquella mujer hizo del Hades una apacible hoguera donde resguardarse de todas nuestras tinieblas.
Aquella mujer sin que nadie lo comprenda, se fue, desapareció. Me quedé solo en toda guerra
.

– Jose Lobo –

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FUE UN 9 DE MARZO

(Fue como ayer, un 9 de Marzo también. Este gin tonic va hoy por ti … )


Yo no sabía por qué llorabas en aquella mesa solitaria, si por ti o acaso por la música que se escuchaba. Ciertamente no era el saxo de Lester Young el que sonaba, pero penetraba dentro exactamente igual, o quizás sólo me lo pareciese a mí, inundada mi sangre de gin tonics y marihuana, ignorante en aquel momento de que tú andabas a la par que yo igual de envuelta en la embriaguez y asqueada.
Pero en tus lágrimas me pareció ver que tenían el color de las mías. Fue por eso que me acerqué, y porque me pareció éramos las únicas dos personas que estábamos pendientes de las notas que brotaban a través del saxo desde aquellos pulmones tal vez igual de cansados, quemados y desgarrados como nosotros.

No querías fumarte a nadie ni estabas allí como las zorras solitarias que salen buscando presa, y eso me hizo sentarme. Porque tampoco yo ardía en más deseos que no fueran los de mi propio cigarro, mi copa e importarme un carajo el mundo entero.
Lo notaste. Notaste que tampoco yo quería fumarme a nadie, y eso te hizo que sin miedo quisieras también que me sentara.
Y así, entre compartir caladas y caladas de humo, sin más intenciones, el saxo, las lágrimas, y unas cuantas copas más, fue pasando la madrugada, fuimos charlando, nos sumergimos en los pozos oscuros de los destellos que produce la decadencia y que nos hacen reconocernos en lo que somos en nosotros mismos, nuestras ausencias, nuestras decepciones, nuestras soledades a veces obligadas por otras almas despiadadas.

Cerraron el local, nos largaron, nos largamos. Dando bandazos dos calles más abajo nos despedimos y cada cual siguió su camino. El mío no estaba lejos, cualquier lugar me servía de hogar como en cualquier otra de tantas noches más.
Pasó un tiempo sin que volviera a saber nada de ti, ni había por qué. Tampoco volví por aquel lugar.

Las causalidades de la vida siempre son grandes interrogantes, porque fue un causal lo que me hizo que después de que ya no existieras me enterara por qué aquella noche llorabas. Un tumor. Poca vida te quedaba. Y te ibas sin tener a quien decirle y con quien deseabas tener cerca pero te abandonó, que querías compartir a su lado el aire que te quedaba.
No lloré tu fallecimiento, y no porque apenas te conociese de nada que no fuese por una noche de caladas, notas de saxo, alcohol y cuanto se pudiera para no recordar, sino porque nunca lloro a los muertos, menos aún cuando la partida es el pañuelo que te seca para siempre ya todas las lágrimas.

Regresé entonces una sola noche más, como si sintiese debía rendirte un homenaje. Me pedí un gin tonic, cargado, muy cargado, y me pareció verte por unos segundos allí sentada, con tus pendientes indios, ya sin lágrimas, y tu mirada de mujer traviesa mientras también… escuchabas.

– Jose Lobo –

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TIEMPOS DE IGNOMINIA

(Ignominia:
Ofensa grave que sufre el honor o la dignidad de una persona)

Hablamos de libertad sin ejercerla. Hablamos de tiempo de una manera más relativa que el propio Einstein, pero el término relativo de los vulgares mortales no tiene nada que ver con su famosa teoría, por mucho que la palabra se escriba igual.
Se llenan las bocas con lo que luego rara vez se aplica en la propia vida, pero que quedan muy bien de cara a la galería y/o en conversaciones de bar con un par de copas para vestirse con un traje de falacia que luego nunca se descuelga del armario, y que contempla a diario cómo después se vuelve a casa (quien la tenga) con el rabo entre las piernas, porque eso ya después no lo verá nadie y lo de puta madre que se ha quedado durante la farsa.
Pero aquí, en esta pereza de mundo, poco importa lo que no se haga ni lo que se diga. Las almas permanecen impávidas, los cuerpos sumidos en lo cotidiano. Nadie se inmuta por nada.
Si para esta superficialidad y frivolidad es para lo que hemos quedado, apaga y vámonos. El ser humano en su autenticidad y decencia está entonces completamente derrotado.

Decía José Agustín Goytisolo que “la libertad es no ocupar asiento en el festín de la ignominia”. ¿Qué será eso de la ignominia? ¿Se comerá con ketchup o con mayonesa?.
La percepción y verdad de todo no está fuera en lo que en ese teatro acontezca, sino en la propia dignidad y cabeza, quien la tenga.

Al noventa y nueve por ciento que me habla de dignidad y principios le metía el zapato en la cavidad bucal. Ya tengo una edad para que cuando se me venda algo sea, cuando menos, con toda convicción, y desde la evidencia manifiesta de ejecución y entereza.
Menudo mundo de hipocresías baratas y falsedades. Para una sola vez que se nace, hacerlo para toda esta mierda.

– Jose Lobo –

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RETRATO DE UN OXÍMORON

Cansado de estar cansado,
harto de estar harto,
ciego de ver tanto,
sordo de escuchar palabras
vacías como la nada.
Caminante sobre los océanos

con piedras en los zapatos.
Nebulosa en lo más profundo del espacio,
negro sobre negro,
un náufrago en el desierto,
solitario en el hormiguero,
sonámbulo despierto.

Quizás sea el oxímoron de una amapola
roja como la nieve
de un gélido verano,
alegre en continuo llanto
por tanta presencia en la ausencia,
sin días en el calendario.

– Jose Lobo –

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OLOR

La tierra huele a ilusiones muertas,
a canciones no escuchadas,
a crepúsculos sin testigos,
al más inmenso frío que atenaza.

Huele a corazas,
a gritos de dolor y añoranza,
a huellas pisoteadas que descansan,
a nombres incompletos con historia olvidada.
Huele a manos arrugadas,
gastando amaneceres de esperanza,

huele a lágrimas de gente que se calla,
huele a tu voz que ha muerto tras alguna palabra.
Huele a viento llevando nostalgia,
huele a miradas que fueron buscadas,
huele a espaldas cansadas.

Huele a una incansable sensación que desgarra,
de guerras frías y sangre robada.

Huele a tu alma,en mi alma,
porque quizás la noche la tizna con miles de fantasmas.

– Jose Lobo –

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