Me hice un castillo con cajas de cartón.
Con agua de lluvia las fui pegando
mientras se derruía por todos lados.
Puse en la puerta de entrada
un ramo de azahar y otro de malvas.
El primero para respirar el aroma de la vida,
el segundo para no olvidar que la tierra espera,
y acaso en ella
el puerto de mar al que nunca se llega.
– Jose Lobo –
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